Francisca Velasco E.
Psicóloga
Servicio Fono Infancia-Fundación Integra
Uno de los hitos importantes en el desarrollo de niños y niñas es el control de esfínter, el cual se define como la capacidad de orinar y defecar voluntariamente en el momento apropiado y el lugar correcto. Y al contrario de lo que se puede pensar, este proceso no es sólo físico, sino que influyen diversos factores tales como las relaciones con los adultos significativos, con los pares, los cambios y eventos en la vida cotidiana y la historia familiar e individual.
En este tema, y tal como ocurre con otros momentos importantes del desarrollo de niños y niñas, puede surgir la pregunta si este proceso debe ser activamente acompañado por uno o más adultos, o si por el contrario se trata de un hecho relacionado con la madurez biológica (o neurológica) y que en forma espontánea -a cierta edad- el niño o niña comienza a ir al baño solo(a). Al mismo tiempo, es posible que hayamos escuchado que depende de cada niño o niña y que no es posible establecer reglas comunes para la mayoría de ellos. Todos estos mensajes pueden generar confusión y ansiedad en los padres, madres y otros adultos significativos, dificultando este importante proceso.
Para lograr dejar los pañales cada niño y niña vivencia un proceso difícil y lleno de cambios. Hasta esta etapa, niños y niñas han dependido de manera más directa de los cuidados de los adultos y el entrenamiento les comienza a exigir cumplir con nuevas normas (aprender a hacer pipí y caca en un lugar determinado, teniendo que retener y esperar) que les permitirán desenvolverse en la sociedad como personas más autónomas.
Lo que vivimos los adultos
Este proceso más allá de ser un “trámite”, puede constituir una gran oportunidad para potenciar el vínculo con nuestro niño o niña, dialogar, contener sus emociones y acompañarlos en sus avances y dificultades.
Es esperable que como adultos (especialmente si se trata de nuestra primera experiencia en este rol) tengamos dudas, temores y queramos que este proceso no constituya un período de mucho estrés familiar y logremos así dejar los pañales sin mayores dificultades. Con frecuencia es un momento en que recurrimos a otros adultos para que nos cuenten de su experiencia y pedimos información a profesionales como el pediatra, muchas veces con el objetivo de contar con pautas que faciliten la puesta en marcha del entrenamiento y el proceso mismo.
Si bien, todos los apoyos son bienvenidos, las guías cobran sentido sólo a la luz de las vivencias particulares de cada niño y niña, ya que se trata de una experiencia única para cada uno de ellos. No sólo el o ella debe estar preparado(a) para comenzar el entrenamiento sino que como adultos es importante que nos dispongamos a invertir tiempo, energía y en especial a ser constantes en acompañarlo(a) durante todo el período que sea necesario para él o ella.
¿De qué manera acompañarlos?
Para dar inicio al proceso es fundamental que como adultos confiemos en las capacidades del niño o niña, validemos cada uno de sus esfuerzos, avances y respetemos en todo momento sus características y propios ritmos, poniéndonos en su lugar para este desafío, que implica que por primera vez él o ella, con tanto énfasis, postergue la satisfacción de sus necesidades. De manera que sienta que va logrando por sí mismo, dejar los pañales y no como una mera imposición por parte de los adultos.
A continuación se describen algunos elementos importantes de considerar al momento de acompañar el proceso de control de esfínter de niños y niñas:
Antes de iniciar este proceso, los adultos debemos prepararnos no sólo emocionalmente sino que realizando acciones concretas que lo hagan más amigable para niños y niñas. Algo fundamental es contar con ropa adecuada y suficiente para cambiarlo varias veces al día, facilitando que pronto vuelva a sentirse cómodo(a).
Mientras aún usa pañales, podemos invitarlo (a) a ayudarnos en su propio cambio de pañal, proponiéndole por ejemplo, que vaya a buscar algún elemento para la muda cuidando que se trate de un momento placentero para él o ella, en el cual se privilegie el diálogo y el contacto físico.
Estar siempre atentos a los cambios que nos pueden indicar que el niño o niña está preparado para iniciar el control de esfínter.
Algunos de ellos son: Se muestra con frecuencia incomodo(a) con el pañal sucio o muy mojado, manifiesta interés por observar a otras personas ir al baño, reconoce varias partes de su cuerpo y es capaz de bajarse los pantalones. Con frecuencia mientras aún están con pañales comienzan a avisar que quieren hacer pipí o caca, si esto ocurre podemos invitarlo(a) a ir al baño.
Esperar un momento adecuado o propicio para iniciar el entrenamiento, lo cual muchas veces coincide con los meses de mejor clima. Comenzar en momentos de estrés o crisis, durante las vacaciones familiares o mientras el niño o niña está enfermo (o lo ha estado hace poco tiempo), puede dificultar el proceso y aumentar la ansiedad.
Otro aspecto relevante es ayudar al niño o niña a familiarizarse con el baño. Para ello, puede ser útil comprar un baño portátil (conocida como “pelela”), ya que generalmente es menos amenazante que la taza del baño y se sienten más seguros al apoyar sus pies en el piso. El baño portátil facilita el juego y la exploración libre, además de la posibilidad de estar en cualquier parte de la casa en un inicio (no obstante, luego de empezar el entrenamiento es recomendable que este objeto permanezca en el baño).
Una vez iniciado el proceso, no es recomendable preguntarle a cada rato si quiere ir al baño, sino que hacerlo luego de un intervalo de tiempo de aproximadamente una hora en un inicio, y luego cada vez que observamos que se pone inquieto(a) o se lleva las manos a la zona genital. Si como adultos estamos todo el tiempo pendientes de que puede tener ganas de ir al baño, no estaremos ayudando a lograr mayor autonomía y podemos transmitirle nuestra ansiedad por que lo logre.
Prestar atención a las acciones que realice por iniciativa propia y luego reforzarlas. Por ejemplo, si un niño o niña en entrenamiento manifiesta la intención de secarse o limpiarse solo después de ir al baño, podemos permitirle hacerlo. Es importante acompañarlo mientras lo realiza, ayudarlo de manera respetuosa y felicitarlo utilizando palabras como “lo hiciste muy bien”, “se nota que estás mas grande”, etc.
Durante el proceso, bajo ninguna circunstancia castigar o retar al niño o niña porque se hace pipí o caca en un lugar inadecuado. Los accidentes forman parte del proceso y es trabajo de los adultos, aprender a tolerarlos e incentivarlos a que lo sigan intentando. Siempre reforzarlo(a) con palabras de elogio, besos y abrazos. Podemos dar algún premio o refuerzo si el niño o niña lleva, por ejemplo, un día completo sin mojarse, sin embargo, lo más importante es que nos mostremos disponibles para contenerlo y ayudarlo cuando sea necesario, manteniendo la calma.